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A más hambre, más obesidad. Cuando la política juega un papel en la salud.

Última actualización el 20/octubre/2015

Maravilloso resumen/comentario del Dr. Ricardo Ferreiro el que me encontré hoy en Intramed «Hambre y diferencias socioeconómicas en las enfermedades crónicas«. Toca un tema que por lo que vivimos en países «en desarrollo» es por demás conocido, el hambre y su papel en las enfermedades crónicas. En su artículo el Dr. Ferreiro analiza muy a su manera el artículo publicado en Julio por la revista New England Journal of Medicine al respecto.

Paradójico nos resulta que en México tengamos el nada honroso 2º lugar en obesidad para los adultos y el 1er lugar en obesidad infantil y que a su vez nuestros pacientes no puedan llevar una dieta adecuada porque no les alcanza el dinero que traen en su billetera, si es que lo traen. Me toca ver como el nutriólogo de la unidad donde trabajo batalla diseñando menús que se adapten a la economía de las familias, porque resulta demasiado caro comer bien, que no es lo mismo que comer abundante.

Es cierto, alguna vez oí a alguien que no es médico decir algo que tiene razón, en gran parte la el problema de nutrición en nuestro país (y en el resto de los países del 3er mundo y en «transición») tiene un orígen en la educación, tema ya muy tocado por mí en otros blogs y en este mismo, si los gobiernos focalizran sus inversiones en salud y educación otro gallo cantaría, pero ese es harina de otro costal. Si pudieramos dejar atrás la situación de la educación y nos focalizaramos en los costos de los alimentos, podríamos desglosar como lo hace magistralmente el Dr. Ferreiro, que nos resulta más barato adquirir peso a peso o dólar a dólar, mayor cantidad de calorías en productos con bajo grado nutritivo que en un kilogramo de verduras variadas.

Por $10.00 pesos en México podemos adquirir una barra de chocolate, una bolsa de frituras, un refresco con al menos 640 Kcal, sino es que encontramos una ganga y por una promoción especial, agregando solo $2.00 más, podremos adquirir dos de los productos ya mencionados, así que de un sentón y por $12.00 no hemos zambullido 1280 Kcal, es decir los requerimientos calóricos DIARIOS de una buena parte de la población. ¿Pero si vamos al mercado con esos mismos $10.00 podríamos hacer una dieta bien balanceada?

He de confesar que pocas veces había hecho el análisis previo, es cierto, nuestros pacientes pueden dejar de comprar el refresco de cola de su elección y con ello comprar un Kg de manzanas, aún así no suplirá toda gama de nutrientes que requiere, además de qué, su adquisición es más complicada que la de las papas fritas que encuentra en cualquier esquina, que no requieren ser lavadas y que puede consumir fácilmente mientras camina o en el corto tiempo que tiene en su trabajo para descansar.

Así pues, que tal vez una parte de la solución si está en la propuesta por el gobierno, retirar los alimentos con bajo grado nutricional, popularmente conocidos como chatarra, pero buscando disminuir los costos también de los productos saludables y aquí entramos a un juego político muy interesante, sin duda alguna se vería afectado un sector, aquél de «los intermediarios». Sabemos de sobra que el agricultor generalmente es el menos favorecido de la cadena económica, con una paga injusta por su producto, la cual se ve inflada exponencialmente hasta llegar al comprador final, curiosamente, esto afecta al mismo campesino, que tendrá que comprar otros productos distintos a los que produce, tras haber sufrido dicha inflación.

La situación es complicada, ya que los productores de productos «chatarra» tienen un alto poder de convencimiento llamado inversiones y los gobiernos la pensarán dos veces antes de echarse la soga al cuello, pero en definitiva, una solución para el problema económico y de salud estaría en aumentar los aranceles a este tipo de productos (algunos incluídos en la canasta «básica), aquel que quiera consumirlos que le cueste y por otro lado, disminuir los costos de los alimentos nutricionalmente más apropiados.

En México al menos, habría que revisar la canasta «básica», que no incluye ni frutras, ni verduras, ni una gran cantidad de alimentos de origen animal, pero si incluye tabaco, productos enlatados, pasteles y pastelillos, reproductores de video, cerveza, refrescos envasados y otros productos no tan «básicos». (Fuente magazinemx.com)

¿Es imposible llevar una buena dieta? Me atrevo a decir que no, yo mismo me excusaba y me encuentro escudándome aún en muchas ocasiones, en el tiempo que requiere la elaboración de una alimentación balanceada y nutritiva. Lo cierto es que cuando me lo he propuesto me ha resultado factible e inclusive sencillo llevarlo a cabo; pero es verdad también, mi bolsillo se ha visto mermado aún más que cuando establezco mi dieta en un rápido cruzar la calle y entrar al expendio frente al trabajo y comprar lo primero que encuentro, generalmente elaborado a base de carbohidratos provenientes de azúcares simples, que me dan la sensación de energía en una forma más rápida, aunque no más durarera. (Y se supone que tengo un nivel socio-cultural-económico más elevado que mis pacientes, no por ello puedo considerarme rico).

Es aquí, donde nuevamente entra la educación, hay dos sectores a analizar, situación que creo no se ha analizado en los artículos mencionados, por un lado esta el sector en el que es cierto, el factor económico juega un papel importante para la adquisición de la dieta, por otro lado, está el sector económicamente más favorecido, en dónde a pesar de contar con el poder adquisitivo suficiente para llevar una dieta apropiada, utiliza diversas barreras para justificar el no llevarla a cabo, tales barreras son el tiempo, la dificultad de elaboración o inclusive la misma economía, basta darse nuevamente una vuelta al párrafo anterior.

Esto, por su puesto, se ve reflejado en la aparición de la Obesidad y el Sobrepeso y por ende de enfermedades como la Diabetes Mellitus, la Hipertensión Arterial, las Dislipidemias, etc. que a la larga representan problemas de salud más graves, con consecuencias muchas veces faltales y desde el punto de vista económicas, sin lugar a dudas más caras que una modificación en los costos de los alimentos.