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El caso de la maestra del CBTIS 103

Última actualización el 20/octubre/2015

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Maestra Idalia Hernández (Fuente: Facebook)

Todos conocemos el caso de la maestra Idalia Hernández, o al menos hemos oído hablar de ella y en particular de Grimaldo los cuales se han convertido en trending topic en las redes sociales como Twitter Facebook, abriendo en debate entre los que están a favor y en contra de la actitud de la maestra. No puedo sino agregarme a la discusión y brindar mi opinión.

Como maestro que soy (o fui) y estudiante que fui (o soy), creo que tengo voz y voto en esta discusión. Durante mi corta pero muy enriquecedora experiencia ante las aulas me he percatado, como ya he hecho notar en estas columnas, de diferentes situaciones, unas buenas y otras por mejorar que se viven durante el proceso de formación de los muchachos.

Si se fija el lector utilicé la palabra formación y no educación, creo que es esencial subrayar que comparto la opinión de mi madre, profesora de nivel medio superior por más de 30 años, que en las escuelas se forma al alumno, se le dan conocimientos y herramientas para desarrollarse y defenderse en la sociedad, pero la principal responsabilidad de la Educación (así con mayúscula) es de los padres.

Ya en mi generación los maestros y padres de familia se quejaban de que ambas situaciones, tanto la formación como la Educación se encontraban relajadas con nosotros en comparación a “sus épocas”. Quizás sea una especie de cliché dicha frase, pero creo que en parte tenían razón, y este fenómeno de holgar la cuerda sigue hasta la fecha. No es raro ver como un padre de familia se hace “el de la vista gorda” mientras su niño corretea por un restaurante entre mesas, meseros, cristalería y comensales, ocasionando más de algún incidente, o que permita que pise el césped en algún lugar donde esté explícitamente solicitado el no hacerlo, o tire basura, o grite dentro de una sala de descanso. Actualmente hay un fenómeno por dar “libre albedrío” a los niños, adolescentes y jóvenes, esto está muy bien si cuentan con las bases necesarias para reconocer los límites en los cuadra su libertad.

Retomando entonces el caso de la maestra del CBTIS 103 en Cd. Madero Tamaulipas, es habitual escuchar a quienes defienden a los estudiantes utilizar el argumento de la libre expresión como “un Derecho Universal”, tienen razón, tenemos derecho a expresar nuestra opinión y hago uso de ese privilegio al escribir esta columna. Al hacerlo no sólo debo recordar que mis derechos son aquellos privilegios, sino también mis responsabilidades ante la sociedad y en casos como estos en los que expreso mi opinión me debo ver apegado a otra máxima cómo en cualquier cosa que haga en mi vida: “Mi libertad termina donde empieza la de los demás” Jean-Paul Sartre.

Puedo expresar mi opinión, inclusive reclamar un derecho, pero no por ello tengo que ofender ni denigrar al otro. Hablan los opositores a la maestra “ella los expuso” ¿no lo hicieron los estudiantes? Y no defiendo la ley del Talión, por el contrario, creo que enfrentar los problemas y buscarles una solución no violenta, agresiva o vengativa es la manera de resolver cualquier conflicto, no únicamente uno en dentro de las aulas.

¿Pero la maestra expuso a la alumna? Sí lo hizo. ¿Le faltó al respeto? A mi juicio no. La maestra ejerció un derecho, el de solicitar una disculpa pública como pública fue la ofensa, incluso inculcó el fundamento de dar la cara, de no respaldarse en el anonimato de las redes sociales, no únicamente electrónicas, sino también  in vivo, esas que tanto se están olvidando, el diálogo o inclusive aquel viejo chismógrafo que recorría los salones y que todos temían fuera interceptado por el profesor ¿por qué? Pues porque en aquel entonces, cuando los comentarios iban en un papel o de boca en boca, también sabíamos que si éramos descubiertos nos atendríamos a las consecuencias.

Hoy en día las autoridades cesaron a la maestra, como en viva piel conozco casos en que lo hacen a nivel universitario, quizás por miedo a perder la matrícula, cuando un profesor al descubrir un fraude entre sus alumnos (robo de examen, copia, etc.) impone un castigo “clásico” como es anular el examen. Permitir que se suavicen las represalias no forzosamente hace que el trato sea más acorde a los derechos de los alumnos o de la ciudadanía, estoy en contra de apedrear, pero no en contra de encarcelar, multar, o en el caso del alumno inclusive expulsar.

En conclusión, quizás la medida de la maestra resulta excesiva para algunos, pero tenemos que valorar también que tanto los jóvenes como la sociedad hemos caído en una apatía hacia las normas que han arrastrado a nuestra país a encontrarse como se encuentra.