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Insatisfacción y cansancio laboral ¿una constante en el médico?

Última actualización el 20/octubre/2015

Una constante en las Facultades y Escuelas de Medicina, es el continuo preguntar de todos los profesores al alumnado ¿por qué escogieron Medicina? Y casi tan reiteradas veces como se pregunte se oyen las mismas respuestas, rara vez oímos un motivo económico, casi todos son por el interés de ayudar al prójimo y las ganas de conocer más sobre nuestro cuerpo y su funcionamiento, normalmente en este orden.

Pues bien,  podría desglosar ambas respuestas en un sin fin de ejemplos en donde esto queda en el olvido a lo largo de nuestra práctica como profesionistas, pero empezaré con lo que nunca se menciona mejor. Es cierto, casi nunca se oye en las aulas el que alguien diga que estudio Medicina por intereses económicos, mucho menos que se mencione el concepto del status social que da la profesión, pero es una realidad que dichos factores juegan un papel importante, inclusive en aquellos que tienen la visión más apostólica, buscan inconscientemente tener al menos agradecimiento de la gente y para ser francos, resulta romántico pensar así, yo así lo hacía, pero te das cuenta de que va mucho más allá de eso (y no por ello dejo de considerar una sonrisa como la mejor de las recompensas).

Me ha costado mucho trabajo realizar este autoanálisis, porque en verdad creo en el trato humanitario de la carrera, pero recientemente he pasado por instantes de desánimo, inclusive por qué no decirlo, depresión y con ello ha venido la autocrítica, es necesario un viaje al interior de uno mismo para darse cuenta de donde surge dicho sentimiento, ya mencionaba yo en algun otro artículo el Síndrome de  Burn-Out (una repasada rápida del síndrome en Wikipedia).

Pues bien, es cierto, como seres humanos (hablo en plural, pero es mi apreciación personal), somos criaturas que requieren del reconocimiento, aunque sea mínimo para poder continuar, no creo la verdad en aquellos que no les importa si los demás los aprecian o no, si acaso puedo decirlo por experiencia propia, cambiamos la perspectiva, hacemos que no sea el aprecio sino la crítica lo que se convierta en nuestro motor, pero en definitiva, cuando no existe ni uno ni el otro, estamos en problemas. Y es que el «desprecio» en cierta forma es sinónimo de que le importamos a alguien, ya sea por envidia o por algún otro motivo, pero la apatía hacia nuestra persona parece traducirse en que nosotros no representamos nada, que nuestra presencia o ausencia son equiparables. Así que en conclusión, como hombres y mujeres que somos los médicos, actuamos siempre guiados por lo que la sociedad nos dicta o al menos así pensamos que lo hace.

No, esto no quiere decir que seamos seres controlados por la sociedad, afortunadamente en nuestro país y en la mayoría del mundo, uno elige a voluntad su profesión (eso sí, si tiene la fortuna de aspirar a ello), pero al hacerlo, dentro de aquello que llamamos vocación, la sociedad tiene un tajo importante, nuestra vocación se dicta en primer lugar por los gustos propios, por la forma en que fuimos educados y en conjunto nos llevan al reflejo de como nos queremos ver en un futuro, siempre queda claro que felices, pero ¿qué nos lleva a ser felices? Pues bien, en mi caso particular, yo me veía vestido de blanco o al menos con una bata blanca (hoy no soy tan partidario de ellas, pero eso lo analizaremos después), ¿haciendo qué? Pues principalmente curando GENTE, sí con mayúsculas pues ahí esta la sociedad, ayudando a las PERSONAS, investigando para conocer curas y estrategias para las enfermedades que afectan a los miembros de esta COMUNIDAD. Pero no solo me veía así, sino que esa GENTE-SOCIEDAD al ser ayudados, me lo agradecían y me reconocían mi esfuerzo o aquello que yo hubiese hecho por ellos, así que en sí, mi vocación me llevaba a ser médico, pues consideraba que de esta forma ayudaría a la gente y a su vez esto me generaría satisfacción per se y también por el agradecimiento de los demás.

Si algo adoro en mi profesión, aunque suene contradictorio con lo anterior, es que lo que más vale no es el dinero que te paguen por una consulta, sino el agradecimiento de un paciente, su sonrisa o que te haga sentir apreciado, no importa si no hay algo material, logran transmitirlo y eso vale más que mil costales de oro. Cuando una paciente llega y te regala una bolsa de plático llena de pastillas de dulce y un kiwi te sientes el hombre más rico del mundo. Si una mañana llegas a tu consultorio y al entrar tu paciente te da una sábana que ella misma bordó con retazos de telas con huellas de perritos, no importa que no sea de algodón egipcio de 600 hilos. La sonrisa de un paciente cuando le hablas, el abrazo que te da cuando te despides y que un hombre de más de 60 años, alto, duro, te diga que eres su ángel, no, no me suena a una insinuación, me hizo sentir grande. Que una paciente llegue de la nada y te plante un beso en la mejilla y te de las gracias, vale más que cualquier diamante. Pero todo esto fue para demostrar, que aunque yo dijera que estudiaba Medicina por el puro placer de ayudar y porque me gustaba la biología, las química y que me intrigaba el funcionamiento del cuerpo humano, lo cierto es que también me interesa el ser valorado.

Por mí con eso bastaba para levantarme cada día e ir a trabajar, pero resulta difícil llegar a un lugar, que como menciona el Dr. Piquero en su artículo ¿Es satisfactorio el trabajo hospitalario? en BitacoraMedica.com, en donde no son las pacientes ni la Medicina la que acaba con el entusiasmo del médico, sino las carencias para trabajar, ver las condiciones paupérrimas en que tenemos que desenvolvernos para poder sacar a un enfermo adelante, aun así eso no importaría sino fuese porque cuando terminas con dicha labor, en ocasiones titánica (y no lo digo por mí, he visto a compañeros y profesores realizar verdaderas proezas sacando pacientes sin ningún recurso, inclusive poniendo los propios), llegan las autoridades, quienes tienen cientos de grandes proyectos en papel, metas por cumplir, programas por realizar, con presupuestos imaginarios que nunca llegan a las manos de los galenos o a los pacientes y minan tus acciones recriminandote situaciones, en ocasiones inexistentes o simplemente preguntándote por la productividad. Y es que como lo decía ya en un artículo anterior, el número de pacientes no es sinónimo de calidad en la atención, inclusive desde mi perspectiva, es un indicador de falta de calidad, ya que a mayor número de pacientes menor el tiempo que le dedicas a ellos, lo que deberían de establecer es el tiempo que un paciente está en el consultorio, si se le explica su enfermedad y si hay todos los recursos que se requieren para su atención, detalle que curiosamente en ocasiones repetidas he notado falta en los cuestionarios de satisfacción, donde frecuentemente se centran en los tiempos de espera, en la atención del médico y de la enfermera, pero poco en los insumos o en el mantenimiento de las instalaciones.

Así pues, que no son los pacientes, ni si quiera la carga de trabajo, resulta que lo que más mina el espíritu del médico, al menos a nivel institucional, para continuar trabajando son las autoridades y es que creo tienen mucho que aprender a grandes empresas que van repuntando en el mundo, como Google, en donde el trabajador es lo más importante por considerarlo el motor que mueve la empresa y buscan que se sienta orgulloso y satisfecho de trabajar en una institución como esa. Si quieren copiar otros modelos para la atención de los pacientes, dejarlos de llamar así para llamarlos clientes y «venderles un producto» llamado salud, entonces ¿por qué no copiar también todos los demás elementos? Estoy seguro que incrementarían las estadísticas de satisfacción del usuario e inclusive su famosa productividad.

Situación diferente se vive en el medio privado, en donde es cierto, no soy partidario de la mercantilización de la salud, como lo marcaba yo en otros artículos y en este mismo líneas atrás, pero también es verdad que como seres vivos requerimos de alimento y un techo y como seres humanos además nos hemos creado necesidades, tal vez no vitales, pero que ahora si hablan de una calidad de vida y no hablo de lujos, sino de requerimientos básicos, luz, agua, gas, gasolina para el vehículo o pagar el transporte, la educación de nuestros hijos y nuestra propia educación continua y en este mundo todo tiene un costo, hace mucho tiempo atrás era frecuente el intercambio de servicios, posteriormente o a la par existía el trueque, pero hoy por hoy lo único que nos mueve es el dinero, no conozco un régimen, ya sea de izquierda o capitalista, que no use una moneda para el pago de servicios.

Si un ingeniero tiene derecho a cobrarme por levantar mi casa, un jardinero por cuidar el jardín, un mecánico por arreglar mi coche ¿por qué es mal visto que un médico cobre por brindarte sus servicios? Somos capaces de gastar mucho dinero, a veces desmedido en situaciones que no interfieren en nuestra vida en forma directa, gadgets, entretemiento, comida especial, autos, ropa, etc. ¿Por qué no pagar la atención que te brinda un galeno? Y entre ellos, hay escalas, siempre será más fácil que un cirujano cobre más (aunque también será regateado o criticado por sus costos) a que un clínico que no realice procedimientos quirúrgicos lo haga, tal vez por lo tangible de la acción, pero no quiere decir que quien te auscultó, interrogó y extendió una receta (espero que también explicase la enfermedad y tratara con cordialidad), este haciendo algo sencillo y que no tenga valor, para poder hacer eso, mínimo estudio en la mayoría de los países un promedio de 6 años y si realizó una especialidad incrementó aproximadametne de 3 a 6 años más su preparación, inviritiendo tiempo y dinero. Pero ahí no terminó, un buen médico deberá continuar actualizandose y el costo de los cursos y revistas médicas es muy elevado, sin mencionar el material que se utiliza para ello, pero esto es poco valorado, lo más curioso, es que son, por lo general, quienes más tienen, los que más protestan los costos de una consulta médica o de un medicamento (asunto álgido que analizaremos a posteriori). Es frecuente escuchar que si mencionas que no dormiste bien porque atendiste a un paciente en la madrugada, te digan «pues para eso eres médico ¿no?» y es cierto, cuando ingrese a Medicina era de esos pocos «contras» que todos conocíamos de la carrera, pero hagamos un ejercicio de análisis, mi auto se avería a media noche y un paciente me habla para que vaya a verlo, para mí el vehículo se ha convertido en una herramienta de trabajo, así que tendría derecho de hablarle al mecánico a media noche, que para eso es mecánico, a que solucione mi problema, porque sino no podré atender al enfermo que para eso soy médico, pues pocos son los servicios que conozco de atención vehícular las 24 horas (y eso porque creo haber oído que hay) y suelen ser muy caros, porque cobran el plus de las 24 horas.

Es aquí entonces donde también juega la parte económica, aunque no lo queramos ver o aceptar, el médico también quiere y necesita ser recompensado por sus esfuerzos y su preparación, por los sacrificios que hizo y que hará. Pero las insituciones públicas pagan mal al profesionista de la salud (no solamente al médico), reconoce poco y exige mucho y ¿al exteriror? No es valorado como un profesionista que presta un servicio, sino criticado como un mercader de la salud, se da por hecho que por tener un título es su obligación hacer muchas cosas y no percibir salario por ello y entonces vienen los problemas, el médico entra en decepción de su carrera, se deprime y en ocasiones aprende ahora sí a «vender salud», prestando un servicio déspota y una mala calidad en la atención, disminuye  su rendimiento en el trabajo institucional, si es cirujano aprende a cobrar por adelantado en una cirugía programada (como lo hacen los ingenieros, arquitectos, mecánicos, obreros), pero si es clínico todavía tendrá que arriesgarse a que se le pague al final de la consulta o de la hospitalización.

No, la verdad es que yo sigo creyendo en mi sueño de cristal, a pesar que ya me he llevado varios topes, a pesar de que me quejo amargamente que mis autoridades no hacen nada por el paciente y mucho menos por el médico, que me cansé de que se me vea como un robot que produce números provenientes de la ecuación de consulta/día y que en la consulta privada se me regatee mi trabajo, ¡hay días como hoy en que una paciente llega con un Kiwi y me levanta el ánimo!