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La carta que llegó del Caribe

Pasaron casi tres meses desde mi última carta. Por más que me lo propongo no llego a tomar el ritmo, cuando parece que lo estoy logrando algo se interpone con mi propósito. Lo peor del caso es que es la primera vez que escribo desde que empezó el año, así que adiós propósitos de Año Nuevo.

Negatividad ante todo

No hay excusas, no es que no existan temas, está Trump, por ejemplo, pero empieza a ser un tema que me asquea, enciendes los noticieros, tomas el periódico y todo es Trump. Por eso es que acudo más a leer las noticias en la red, aunque hasta ahí también parece volverse monótono. Podría criticar al gobierno, también me da material para escribir. Podría seguir protestando de todo, pero temo parecerme a cierto médico leonés que se ha hecho famoso porque sólo tuitea en tono negativo pero poco o nada propone.

Creo que esto último es lo que pasó, empiezo, así como con el tema del presidente norteamericano, a cansarme de ser un protestón sin sentido; he buscado enfocarme más a mi consulta, en disfrutar de los atardeceres, los vinos, mis cafés y libros. Desconectarme un poco del mundo, al grado que llevo un mes sin escribir directamente en Twitter, sin ni siquiera consultarlo. Odio las dietas “detox” pero yo me estoy «desintoxicando de la red.»

Tampoco me convertiré en el antirredes sociales, algún día, no muy lejano las retomaré, pero hoy no, me viene bien un poco de aislamiento de un mundo donde todo parece negativo y agresión sobre agresión y de leer cosas que sólo me lastiman, o en el mejor de los casos de nada me benefician pero sí molestan. Ver a los “medituiteros” agraviarse por sus especialidades, religiones o físico, como un fiel reflejo de la sociedad de nuestro país donde todo mundo se agrede.

He estado yendo al cine y he de confesar que me ha sorprendido que la Academia de las Artes y Ciencias Cinematográficas entregara el Óscar a una película (Moonlight) que retrata cruelmente una realidad, todos nos agredimos, nos pisoteamos, nos llevamos al límite, no sólo entre “diferentes” ya sea nacionalidades, creencias políticas y/o religiosas, colores de piel, etc. sino entre “iguales”. Puede ser que no fuera la película de acción, la novela rosa de final feliz o la película de alto suspenso, por eso tantas críticas a su nominación y elección, queremos que todo termine bonito, cuando vivimos entre mierda.

Mi terapia compartida

Si bien escribo antes que nada como un ejercicio para mí y bien podría dejarlo sin publicar, guardado en mi computadora, como he de confesar se quedan algunas cartas, no siempre lo hago. Acepto, que es también un poco de egolatría, aunque no de presunción, no pretendo, ni quiero ser la panacea del ensayo, la crítica o la novela. No quiero ser un blogger popular o algo similar, pero me resulta gratificante que alguien más me lea, puede o no coincidir con mi opinión; puede o no gustarle mi estilo o mi contenido, pero compartimos juntos un momento, y eso me agrada.

Esta es una de esas cartas para la egolatría y a su vez de agradecimiento. Hace dos semanas fui a una presa llamada el Ocotal, muy cerca de Aguascalientes la ciudad donde vivo, y tomé fotografías, algunas de las cuales subí a mi cuenta de Instagram. Al ponerlas en la red buscas compartirlas, que alguien más las vea y si les gustan quizás pongan un “like”; jamás imaginé que una de ellas, aún no sé cual, haría que alguien más llegara a mi cuenta y de ahí a este blog. Mucho menos pensé que se quedaría leyendo mis loqueras por mucho tiempo y hasta le surgiera la necesidad de enviarme un correo. Pero debo de confesar que ese e-mail me alegró, no puedo describir el por qué, pero me hizo sentir bien saber que a alguien más le agradaba lo que hacía, o al menos algo había movido en ella.

Creo que es esa la esencia de este blog, compartir y cuando te enteras que alguien está del otro lado del monitor, leyendo lo que escribes, tus loqueras, te emocionas. Te entusiasma saber que a alguien le dejas algo, que existe a quien le interesa lo que te gusta o lo que te molesta. Puede que coincida contigo o que sea todo lo contrario, pero sabes que te ha dedicado unos minutos y eso es maravilloso.

Amistades a carta

Una de esas partes románticas que existen en mí, sueñan con esas amistades de carta, por eso el título de este blog. Aquellas en que la respuesta a nuestra nota tardaba en llegar, que bien podría ser una epístola de decenas de hojas o simplemente una contestación de dos renglones, pero que la emoción de recibir el sobre era mágica. Hoy todo es inmediato, los sistemas de mensajería en parte nos roban esa magia, y ahora, lo que hace unos años era la modernidad y criticado, parece ser lo que mantiene (aunque sea a medias) ese sabor, el e-mail.

En 1998, cuando el internet empezaba a popularizarse, apareció una película cuyo título era You’ve Got Mail, protagonizada por Meg Ryan y Tom Hanks, parecía una locura que alguien pudiera esperar con ansias algo que nos resultaba relativamente inmediato, era una “modernización” extrema del amor por correspondencia expuesto en 1940 en The Shop Around the Corner. Hoy un mail parece ser lo lento, lo que da ese sabor al correo, incluso parece que hay correos que se pierden, que nunca llegan.

Lo sucedido esa vez, fue algo más sorpresivo, no lo esperaba, fue como si caminara por la playa y encontrara la nota encerrada en una botella y alguien la hubiese lanzado al mar, lo increíble era que esta nota atravesó el Caribe y estaba dirigida a mí.

Sólo me queda agradecer a quien me ha aclarado de mil y un maneras que aun no sabe qué la motivó a escribir esa nota, pues me ha devuelto la ilusión en escribir, algo que empezaba a perder. No sé si algún día descubra que foto le llamó la atención, que le “atrapó” de lo que escribo sin ningún orden ni formación literaria, pero ese correo hizo que me sintiera muchísimo mejor justo cuando comenzaba a sentir que las cosas empezaban a ponerse rancias.

¡Gracias!