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Los sismos unen a México ¿Qué pasa luego?

Última actualización el 26/septiembre/2017

Yo vivía en la Ciudad de México en 1985. Aun guardo el recuerdo de mi familia metida bajo el pretil de la puerta de la cocina mientras la tierra se cimbraba; de tomar el coche e ir a la escuela sin imaginar lo que había pasado a menos de dos kilómetros. Horas después me recogían temprano del colegio y me enteraba que los padres y hermano de un compañero mío habían fallecido, veía las noticias y estaba mi ciudad en ruinas.

El colegio “La Florida” donde mi mamá trabajaba apoyaba incansablemente a las familias del “Cultural”, su escuela hermana, que había colapsado. Mi papá se ausentó casi una semana y luego, por jornadas largas los siguientes quince días, su labor como médico era necesaria. Tuvo que hacer lo que nadie hubiese querido, acompañar a un tío a reconocer a su hijo, muerto en mientras hacía su internado en el Hospital Juárez, al que fue el anfiteatro más grande del mundo, el hoy extinto Parque del Seguro Social. Todos teníamos al menos un conocido fallecido en el temblor, muchos teníamos más, algunos toda su familia.

Aquellas colonias del Valle, Narvarte y Portales que habían resistido los embates de Chicomecóatl en el ’85, hoy fueron las que terminaron cayendo. Esta vez yo estaba muy lejos, aún así, sentí el temblor en una ciudad que pocas veces los ha sentido, una de esas, hace 32 años.

Hace una semana me tocó ver las noticias del sismo a lo lejos, observar como Itztlacoliuhqui había pasado su espada curva de obsidiana por los edificios de la zona donde nací y crecí. Me sentí impotente a la distancia, pero tuve otras formas de poder ayudar. Las redes sociales, mis contactos en México, hacer colectas, enviar ayuda, coordinar a la distancia y luego, en unas semanas, una brigada para reforzar el trabajo que muchos han hecho hasta ahora, pero que por causas naturales, disminuirá de intensidad y no por ello dejará de ser necesaria.

Los jóvenes han tomado la ciudad…

Fernando Belaunzarán (@ferbelaunzaran) lanzó una frase, una que perdurará por los años: “Los jóvenes han tomado la CDMX. Espero que ya no la suelten”. Me atrevería a decir que han tomado el país, organizando brigadas que van a Morelos, Puebla, Oaxaca, desde todas partes de la República. Pero no lo han hecho solos, por eso me atrevo a copiar, al final, una carta anónima a aquellos hombres y mujeres que en el ’85 fueron los jóvenes que tomaron la ciudad y nos enseñaron a trabajar en equipo. Porque ellos insistieron en esos simulacros que, aunque no haya sonado la alarma, salvaron miles de vidas, ¿se han puesto a pensar que de esos edificios que cayeron, aun cuando quedaron personas atrapadas, muchos habían salido?. Hoy las cosas fueron “más fáciles” gracias a que sabíamos qué hacer y a los nuevos sistemas de comunicación. Pero más “complejas” pues en aquel entonces no había gobierno, hoy se trabaja contra el gobierno.

Los jóvenes han tomado la CdMx. Espero que no la suelten

Pero cuidado, también esos jóvenes que tomaron la Ciudad y la levantaron en 1985 son los que ahora la han vendido, los que permitieron que edificios nuevos fueran construidos con materiales baratos o escasos de varillas y refuerzos, los que se dejan sobornar o sobornaron. Aquellos jóvenes molestos con su gobierno ausente, también fallaron. Y, de los que hicieron trampa en el Maratón de la Ciudad de México, muchos son de esos jóvenes que hoy tomaron la ciudad; sí hoy los jóvenes de México son una noticia de orgullo, pero hace un par de semanas eran la noticia de la corrupción nivel mundial y deportivo. Y rescato esta idea de otro tuitero, @profesordoval, no es una idea mía, exclusivamente.

Tengo esperanza en el futuro, veo un país unido, que se ha dado cuenta que juntos podemos hacer grandes cambios, incluso doblar a los partidos políticos, denunciar corruptelas y malos manejos. Pero también están aquellos que sin un motivo aparente tuiteaban noticias falsas; criticamos a las televisoras y a los medios de comunicación “tradicionales” pero anunciamos que había niños perdidos que terminaron siendo argentinos, que los japoneses se habían ido molestos cuando, a la vez, el siguiente tweet era uno “en vivo” de como estaban entrando los “topos” japoneses a un edificio a rescatar a un perro.

Somos un país unido hasta que algo nos impide de ser protagonistas. Estamos llenos de contradicciones, por un lado nos menospreciamos y no valoramos de lo que somos capaces, por otra no reconocemos nuestra ignorancia y nuestra incapacidad para manejar zonas de desastres, algo que por cierto es un campo de oportunidades para crecer. Entregamos grandes despensas en centros de acopio y a un lado una familia pidiendo limosna siendo ignorada.

La generación del 85, esa que nos enseño a vivir en la paranoia

Los jóvenes tomaron el mando, y eso me da muchas esperanzas; pero me agrada ver que los mayores lo han liberado y se han unido al movimiento: adultos mayores cargando cajas de donativos, hombres y mujeres “maduros” llevando comida a los brigadistas, alguna inclusive dando masaje. Aún nos dieron lecciones, como Rosita que se quitó lo que traía puesto para donarlo a los damnificados cuando ella está igual o peor que ellos, o aquel que llevaba una bolsita de arroz para donar, seguro, todo que tenía en su casa. Ni que decir de “El chino” uno de los topos originales, con sus pláticas motivaciones y su entrega desinteresada por los demás.

Dicen que no somos buenos auto-describiéndonos, que generalmente podremos hacer una lista enorme con nuestros defectos y muy corta con nuestras virtudes. Esto no sólo se aplica cuando hablamos de nuestra persona, sino también al hacerlo de nuestra nación.

Puedo decir que hasta no hace mucho tiempo, cuando la gente me hablaba mal de México, cuando nos auto-describíamos como corruptos, me venía a la mente la imagen de aquel televisor en mi casa, dónde veía a hombres estar a los escombros a salvar a sus hermanos, esos hombres que años después se autodenominarían topos y rescatar miles de vidas y recuperar miles de cuerpos, no sólo en México, sino en el mundo entero.

Pero esa imagen se estaba diluyendo, no me permitía recordarlo un México donde se matan mujeres con gran facilidad y total impunidad, un pueblo que se burla del de junto tan sólo por su forma de hablar o de vestir, un pueblo que paga sobornos (algunos hoy costaron vidas) para acotar trámites o “ahorrarse algunos pesos”, un pueblo que no respeta a sus instituciones, porque al mismo tiempo sus instituciones no se han ganado ese respeto, pero que en el baile se llevan a quienes en ellas laboran (soldados, marinos, médicos, etc. que hoy sacaron la casta por su país, arriesgaron sus vidas rescatándolos o dedicaron horas extras trabajando en hospitales o bajo carpas).

México es un país unido en las pedas y en los pedos

México es un país unido en las pedas y en los pedos, recita un meme. ¿Por qué no podemos estar unidos en los días “normales” dónde hay también pequeñas celebraciones y grandes problemas?

Los jóvenes tomaron la ciudad, sí, espero que no se corrompan como aquellos que la tomaron en 1985.