Saltar al contenido

Positivismo en el Humanismo

Última actualización el 20/octubre/2015

Querer imponer un método científico y riguroso a todo, es decir caer en la tendencia positivista, suele ser un error de los médicos, matemáticos, etc. En general todo aquel que hace Ciencia, aunque en realidad aquí empieza a crearme ámpula el hecho de que lo humanístico, no sea Ciencia, yo creo que sí lo es, pero bueno, hablemos pues de el hecho de tener que seguir un paso determinado, al que conocemos como método, para alcanzar un fin, que generalmente debe de poder ser medible y demostrable.

Es curioso para mí ver, que algo que es realmente cualitativo, como es la calidad de la atención, no solo en la Medicina, sino en cualquier servicio en donde existe una interacción entre el prestador de un servicio y el usuario del mismo, querámos medirlo en forma cuantitativa, asignándole un número a nuestro «grado de satisfacción», como si esto pudiese representar algo, comentaba con gente de dedicada a realizar encuestas, me comentaban que lo único que significa es que tú comparas con un determinado número por ejemplo del 0 al 10 tu agrado, alegría, enojo, etc. y es nuevamente bajo tu perspectiva que escoges un número, muy diferente a la forma de verlo de otro, pero si ambos toman por ejemplo el 7, serán catalogádos dentro del mismo grupo, al final de cuentas si yo llegó y te digo, estoy 7 ¿significa algo para tí?

Actualmente, en la maestría estoy viendo precisamente diseño cuestionarios que nos ofrezcan la posibilidad de transformar lo cualitativo a cuantitativo ¿pero realmente podemos volver un número nuestras opiniones y sentimientos? ¿Un paciente puede decir cuan contento se encuentra por la atención recibida de su médico? ¿Es más importante el tiempo que el paciente espera en la sala de espera o la calidez o frialdad con que su médico lo atiende? ¿Un número puede calificar realmente la efectividad de un tratamiento determinado o la agudeza de un galeno para llegar al diagnóstico?

La verdad es que más allá de mi espíritu científico, en donde el positivismo reina y las matemáticas gobiernan a través de la estadística y todo busca ser demostrable, creo que la calidad de la atención, ya sea en un consultorio médico, un hospital o en el supermercado, no puede ser medido con escalas numéricas, no hay un sistema que pueda expresar lo que yo siento que no sean las palabras, aunque soy consciente de que eso hace más difícil a cualquiera que quiera ejercer su labor dentro del área de Calidad de medir la satisfacción de toda una población, ello me justifica el uso de las encuestas y las variables numéricas, pero me aleja de la cercanía de lo que desde siempre he comprendido como la relación médico-paciente.

Últimamente en mi cuenta de Twitter, he comentado infinidad de veces que no me agrada el hecho de que se mida la calidad de la atención que se brinda, en función de la «productividad» obtenida, inclusive en cuanto al tiempo que un paciente se encuentra esperando en la sala de espera, ello no habla para nada de cómo se siente en mi consultorio, si para él o ella resulta un martírio esperar 10 minutos de más o como lo he visto en muchos de los «usuarios» (hablaré después de estos términos) de la unidad donde trabajo, no les pesa esperar ese tiempo, porque saben perfectamente que será retribuído en su atención, puesto que si un día necesitan más tiempo para que les explique y aclare todas sus dudas podrán tenerlo y no serán corridos del consultorio con un hasta dentro de un mes, frío y sin más, y eso si es que acaso les dirigen la palabra, porque ya está el otro paciente entrando al consultorio.

En fin, no hay encuestas que lo valoren, pero creo que más vale la palmada en la espalda del paciente cuando se retira, la sonrisa afectuosa cuando llega, el trato cálido y amable cuando entra al consultorio y que de pronto vean que el médico está tan interesado por ellos que hasta se acuerda del nombre de alguno de sus nietos o que se iban a ir a la playa después de haber ahorrado toda la vida y les pregunte por ello. Lo siento, voy encontra de mi propia mentalidad positivista en donde pido demostración de muchas cosas y sigo un método para casi todo lo que hago y me gusta sí, pero curiosamente si aquello me apasiona, me llena más y realmente cumple con mi vocación el hecho de poder ayudar y ser apreciado por mis pacientes y ello no se mide en grados de confiaza de una prueba ni lo encuentro en las tablas de Z, no hay rho de Spearman que lo mida, ni nada por el estilo, simplemente es valorable con el abrazo, el beso, o simplemente el cariño que tus pacientes te puedan demostrar.