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La magia del galeno

Última actualización el 22/junio/2020

Dondequiera que se ama el arte de la medicina se ama también a la humanidad.

Platón

Este mes he tenido la oportunidad de leer dos libros, ambos con perspectivas distintas, pero tocan en esencia lo que más me atrae de la Medicina, la Clínica. Sin lugar a dudas es casi mágico cuando un médico con tan sólo oír los achaques de su paciente (nosotros les llamamos síntomas), un pequeño vistazo pareciera un prestidigitador que con unos pases mágicos (maniobras y búsqueda de signos) adivinara el padecimiento que tiene su paciente.

Por una parte, Michel Foucault nos narra en El nacimiento de la clínica, como más allá de la revolución de ideas políticas y filosóficas, la Revolución Francesa trajo a finales del siglo XVIII una serie de cambios en la forma en que se veía la práctica médica y su enseñanza, llevándola a dar los pasos que forjaron lo que hoy para nosotros es habitual.

En cambio en Recetas para no morir. Cartas a un joven médico, el Dr. Arnoldo Kraus nos da esa parte humana que debería acompañar a quien ejerce esta profesión. Si bien está dirigida a los estudiantes de medicina o a los médicos recién graduados, es útil leerla a cualquiera que se llame médico, nos recuerda nuestro motivo para estar aquí, las ganancias obtenidas tras largas horas frente a los libros o el estrés al estar ante un caso difícil.

Si alguno de mis alumnos tomara el libro podría pensar que lo había leído antes de hacerles muchos de los comentarios que les repito clase tras clase, es más si usted ha leído alguno de mis artículos, podrían parecer extraídos de esta obra de Kraus y es que comparto con el autor esa pasión por el arte de practicar la Medicina.

La Medicina es la más científica de las artes, la más artística de las humanidades y la más humanista de las ciencias.

Edmund Pellegrino

Decía Edmund Pellegrino que “La Medicina es la más científica de las artes, la más artística de las humanidades y la más humanista de las ciencias”. Existe un gran debate epistemológico en, si la Medicina es un Arte o una Ciencia, yo no entro en conflicto, creo que tiene lo mejor de ambos mundos, e incluso podría diseccionar más el término Arte, podemos hablar de lo artístico como lo que crea cosas agradables a los sentidos o como la aplicación del conocimiento adquirido a través de la ciencia, en ambos aspectos también entra la Medicina y es sin lugar a dudas lo que más me atrajo a ella.

La Clínica per se responde a los mismos conceptos descritos por Pellegrino, como parte esencial de la práctica actual de la Medicina y que si bien no fue creada en Francia, sí fue en estas tierras que durante el siglo XVIII adquiriera tanta importancia en el actuar del médico, fueron muchas las formas en que se trató de incluir en la formación del profesional de la salud, incluso fue en aquella época la forma más clara para discernir entre el que podía o no ejercer la medicina, una forma de “combatir a los charlatanes” (sí, ya desde aquel entonces los había).

Las mejores herramientas con las que cuenta un médico no son los grandes equipos tecnológicos como resonadores magnéticos, electrocardiogramas o pruebas sofisticadas de laboratorio a través de reacciones en cadena de polimerasa, nuestro principal instrumento nos fue dado en forma gratuita por la naturaleza, consta de un par de ojos, dos oídos, dos manos y un cerebro, para ser capaces de observar, escuchar y palpar a nuestro paciente. Es curiosamente un instrumento diagnóstico y a la vez curativo. Como lo menciona Kraus, el sentirse observado y escuchado, sinónimos de recibir atención y que se le da importancia, incluso el sentir el contacto físico del galeno son en muchas ocasiones suficiente motivo para que el paciente se sienta mucho mejor.

Es decir, la Clínica, (del latín clínĭcus y que a su vez deriva del griego κλινικη (klinikē), y que significa lecho), resulta del arte de acompañar al paciente durante su enfermedad y atenderlo, escuchar sus síntomas y observar los signos de la enfermedad no sólo nos es útil para integrar con ello los diagnósticos que a posteriori nos permitan, por un lado dar un pronóstico y por el otro decidir un tratamiento o conducta a seguir, es también un arma terapéutica.

Lección clínica de Salpêtrière al servicio del profesor Charcot, pintura de André Broulliet. El diagrama ilustra: 1) Jean Martín Charcot, 2) Blanche Wittman, 3) Marguerite Bottard, 4) Joseph François Félix Babinski, 5) Paul-Marie-Louis Pierre Richer, 6) Charles-Samson Féré, 7) Pierre Marie, 8) Georges Gilles de la Tourettte, 9) Gilbert-Louis-Siméon Ballet, 10) Desiré-Maglaire Bourneville, 11) Théodule Ribot, 12) Alexis Joffroy y 13) Jean-Baptiste Charcot. En el capítulo V se bosqueja su vida y se explica su actitud en este cuadro.

Por último quiero recalcar, que tanto los autores en el siglo XVIII como el mismo Kraus en el siglo XXI nos hablan de la importancia de la visita domiciliaria, a lo cual puedo agregar yo, con base en mi experiencia, enriquece la práctica del médico, le permiten observar al paciente en su “ambiente” y entender en muchas ocasiones el porqué de su padecimiento, incluso incidir en aspectos que teniéndolo fuera de su hábitat nos resultaría prácticamente imposible de captar.

Es así, que a través de este par de libros refuerzo más mi convicción de que el médico no puede depender de aparatos y pruebas químicas, importantísimas cierto, útiles, también es verdad, pero es el estar cerca del paciente lo que nos permitirá ser lo que pretendíamos al ingresar a la carrera, alguien útil a los demás, influir en sus vidas, hacerlos sentir mejor.

¿Pero es exclusiva de los médicos la necesidad de la cercanía con el otro? Déjenme decirles que no lo creo, considero esencial el contacto humano, la interacción entre todos para un adecuado funcionamiento como sociedad.

Publicado el 30 de noviembre del 2013 en LJA.mx