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¿Biden o Trump? El partidismo en nuestro cerebro

Esta semana las elecciones en Estados Unidos han acaparado titulares, discusiones en redes sociales, se adueñaron de los memes que recorren el Whatsapp, etc. Todos tienen a su “gallo” entre Trump y Biden. Lo mismo sucede en México entre AMLOvers y antiAMLO. Pero, ¿y si esas preferencias partidistas están marcadas por nuestra estructura cerebral? ¿O será el partidismo el que modifica la estructura de nuestro cerebro?

El partidismo es una caja de resonancia

Hablar de fake news se ha puesto de moda y tienen explicación en la afinidad partidista. Las redes sociales se han convertido en una cámara de eco. Discusiones en línea sobre temas politizados, (matrimonio del mismo sexo, cambio climático, control de armas, narcotráfico, etc.), son compartidas entre personas con preferencias ideológicas similares. Esto, al final, logra que noticias falsas se filtren entre reales.

Mañana tras mañana podemos ver como la polarización política es más probable cuando se emplean lenguajes emocionales y/o morales. Las críticas partidistas que derogan a los oponentes políticos aumentan la polarización.

La polarización política es más probable cuando se emplean lenguajes emocionales y/o morales.

Lo anterior refleja las diferencias ideológicas entre personas de izquierda y de derecha. O, mejor dicho, partidistas; para mí hace ya algún tiempo que la izquierda y derecha dejaron de tener una división clara. Tenemos en México a los “liberales” esperando que gane Trump y a los “conservadores” cruzando los dedos por Biden.

El partidismo por encima de la verdad

En un estudio reciente los psicólogos Jay Van Bavel y Andrea Pereira, de la Universidad de Nueva York, evalúan la influencia del partidismo en la identidad e incluso a nivel neuronal. Esto ayuda a comprender por qué la gente coloca la lealtad a un partido por encima de la política, y hasta por encima de la verdad.

Estas afiliaciones responden a varias necesidades que tenemos como seres sociales: nuestra necesidad de pertenencia y el respaldo a nuestros valores morales. En ello nuestro cerebro juega un papel fundamental.

La anatomía cerebral partidista

El volumen de materia gris que forman la corteza cingulada anterior, un área que ayuda a detectar errores y resolver conflictos, tiende a ser mayor en los liberales. Esto podría explicar el porqué se sienten más cómodos con la novedad, los matices y la complejidad.

Mientras tanto, la amígdala, importante para regular las emociones y evaluar las amenazas, es más grande en los conservadores. Pudiendo responder al hecho de que gustan más de la seguridad, previsibilidad y autoridad.

Como menciona Sergio Parra en Xataca, “si bien estos hallazgos son notablemente consistentes, sólo nos permiten predecir una tendencia, lo que significa que hay mucha variabilidad individual”. ¿Qué fue primero, el huevo o la gallina? ¿Los cerebros empiezan a procesar el mundo de manera distinta o se vuelven cada vez más diferentes a medida que evolucionan nuestras políticas?

Anatomía vs experiencia, ¿qué fue antes?

Ambas hipótesis pueden ser. Recordemos el libro “Depresión. La noche más oscura” de Jesús Ramírez-Bermúdez. En dicho libro el neuropsiquiatra nos explica como existen cambios anatómicos a nivel cerebral en personas que han sufrido diferentes experiencias a lo largo de su vida y que facilitan presenten depresión.

Entonces, ¿pueden nuestras experiencias modificar nuestra anatomía cerebral para que tengamos tal o cual preferencia política? Yo pienso que sí. Pero ¿puede nuestra estructura cerebral heredada genéticamente o una alteración en el desarrollo intra o extrauterino influir en nuestra perspectiva política? Todo apunta que sí.

De hecho, y esta es mi hipótesis, ambos escenarios se entrecruzan. Por ello tenemos personas que quizás al inicio de su vida políticamente activa tendían a coincidir con las políticas de izquierda y conforme envejecen (o maduran) se vuelven de derechas. Pero también existen casos a la inversa, personas sumamente conservadoras que, tras ciertas experiencias culturales o sociales, tienden a inclinarse por políticas más liberales. Con ello quiero decir que no hay un determinismo político de nacimiento.

El partidismo y su papel cognitivo

En su artículo publicado en Trends in Cognitive Sciences, Jay Van Bavel y Andrea Pereira analizan estudios recientes donde se sugiere que el partidismo puede alterar la memoria, la evaluación implícita e incluso los juicios perceptivos.

Lo anterior podemos verlo en nuestro día a día. Hoy quienes cierran calles y montan carpas eran quienes criticaron los plantones en Reforma y viceversa. Critican la represión contra las marchas pro-aborto, pero aplauden que se corten las manifestaciones en contra de AMLO. Ni qué decir de la memoria selectiva, donde se puede justificar que hoy se militarice el país, cuando en la campaña se criticaba.

Se usan párrafos de artículos de periódicos o revistas científicas para sustentar tal o cual postura, cuando en su totalidad el mismo artículo habla exactamente de lo contrario. A ese punto llega nuestra alteración en los juicios perceptivos.

Pero la neurociencia política, aun en pañales, va más allá de medir las diferencias estructurales de las personas con diferentes ideologías. Busca explicar cómo ciertos procesos cognitivos subyacen en nuestro pensamiento político y toma de decisiones.

Entender el partidismo para mejorar como sociedad

Conocer cómo el partidismo nos afecta no resolverá mágicamente el problema, pero los investigadores confían en que seguir entendiendo la forma en que este influye en nuestro cerebro podría, al menos, permitirnos contrarrestar sus peores efectos, tales como la división que puede romper los valores compartidos necesarios para mantener un sentido de unidad.

En esta columna hemos hablado de la politización que ha sufrido una enfermedad, la COVID-19. ¿Se imaginan qué sucedería si dejáramos a un lado nuestro partidismo? Sin los sesgos que nublan nuestro razonamiento nos daríamos cuenta de que, en primer lugar, no hay blancos y negros. Nadie tiene la verdad absoluta y en ambos lados han existido aciertos y errores. Pero lejos de ello, hemos tomado posturas basadas en nuestro partidismo y con ello, lejos de avanzar, retrocedemos.

Este fue sólo un ejemplo, pero podemos encontrar cientos. Quizás, como dice Parra en su blog, si entendemos lo que está funcionando mal a nivel cognitivo, podríamos intervenir y tratar de aliviar algunos de los efectos negativos del partidismo y buscar ser más justos y ecuánimes.